La puerta de la elección personal se encuentra elocuentemente abierta, no obstante cruzar ese umbral no es tan fácil; por mucho que sople el viento de los derechos cuesta desplegar las alas, porque los dueños del cielo, todavía varones, no quieren que la mitad de sus colegas de viaje sean mujeres, y por ello utilizan la hostilidad continuada para provocar la renuncia al vuelo sin tener que prohibirlo de forma expresa.