así es como pensamos sobre la locura, como un peligro de aniquilamiento. El riesgo de un ataque capaz de destrozar a alguien; al paciente o a cualquier otro sujeto que se aproxime a él. De todas las enfermedades que en el pasado se creían contagiosas, y de las que ya se sabe bien que no pueden serlo, la locura y la lepra son las únicas que continuamos viendo como un riesgo epidémico: como si vivir entre locos, hablarles, tratar con ellos, pudiera desquiciar al observador