Un libro que intenta escribir la Biografía de Juana desde su sensibilidad ante el mundo que la rodea. Su inconformismo la lleva a preguntarse por el papel de su libertad como mujer, de sus sentimientos y deseos más profundos. Simplemente preciosa la forma en la que Lispector consigue plasmar el agotamiento ante la vida y las ganas de no necesitar a nadie más que uno mismo para perseguir el inevitable camino hacia la muerte. Recomendado ⭐⭐⭐⭐⭐
En Un soplo de vida (Siruela) parece emularse algo parecido a un soliloquio, quizás como un episodio frenético frente al espejo. En adición a la situación, como aliciente, la creación de un personaje que viene a decirnos no lo que queremos escuchar, sino lo que necesitamos leer, oír. “Habla, Ángela, habla incluso sin sentido, habla para que yo no me muera del todo.” Probablemente es, este enunciado, lo que condensa el motivo, el objetivo principal: hablar para no ser del todo suprimida, hablar para mantenerse apenas respirando, hablar o escribir: la palabra, el lenguaje que auspicia. Hablar (y escribir) para no morir. O hacerlo escribir para prepararse para ello. (Esta deducción puede parecer redundante si se aclara que Clarice Lispector escribió esto antes de morir. O, mejor dicho: mientras estaba muriendo.) Todo nos dice que no importa siquiera qué sea lo que se esté diciendo, sino que se diga. Hay que nombrar. Aunque sea que lo haga ese personaje porque ella, por sí sola no es, quizás, capaz. O quizás sí. Sí lo fue pero en otra piel, siendo una figura ajena a la propia. Dentro de nosotros hay algo capaz de recrearse, de recrearnos para escapar y así pedir auxilio, o, en todo caso, que aunque sea escriba por una. Sobre todo… sobre todo cerca del final de nuestra vida, cuando hemos de descansar de nosotros mismos, cuando demos ese último soplo de vida.
(Opinión publicada originalmente en Revista Purgante)