Delante de mí camina un hombre que conoce las cosas que yo quiero saber sobre el pan, sobre Dios, sobre las conversaciones de los amantes, y sin embargo transcurre una milla tras otra mientras observo sus talones subir y bajar frente a mí y planto mis pies al ritmo de su bastón de peregrino cuando golpea el camino, levantando una nube de polvo blanco que cubre cada paso, izquierda, derecha, izquierda.