Se quedó mirando sus párpados cerrados y temblorosos mientras la lengua lenta de él empujaba y hurgaba en la suya. Visualizó su propio cuerpo, con las extremidades encogidas, metido en una caja. Él se apartó, sonrió, soltó una risita, bajó la vista hacia ella. Le acarició el hombro, luego los dedos, luego la cara. No pasa nada, le dijo. No pasa nada, no pasa nada