La fortaleza de las mujeres va en su sangre, en esas ansias de hacer justicia y saber las verdades escondidas en la oscuridad de un mundo que olvida el pasado y sigue repitiendo historias. Escuchar, contar y escribir lo sucedido permite de alguna forma sanar y reconfortar el alma, al menos para que otro se entere de las historias particulares de dolor y lucha, unas que pueden vivir infinidad de personas, pero de las cuales tal vez nadie más se entera, solo a ellas les acontecen y las viven en medio de sus lágrimas y su silencio por el miedo que les invade cuando sufren la pérdida de lo más grande y querido: la familia.