Esta amalgama entre agentes y pistoleros, entre lo legal y lo ilegal, moldeó la experiencia del peligro entre los civiles. Aunque la probabilidad de ser víctima de violencia por delincuentes comunes había disminuido con respecto a las primeras décadas del siglo, uno sabía que esa violencia podía ahora llegar precisamente de parte de quienes estaban encargados de combatir el crimen.