La mafia surgió como un fenómeno regional del este de la isla de Sicilia al que podemos definir, siguiendo a Salvatore Lupo, como una red de grupos criminales involucrados en negocios legítimos e ilegítimos. Su organización interna estaba centrada en el secreto que unía a sus miembros, afirmado por rituales de iniciación, pero también en estructuras familiares, solidaridades étnicas y un código de honor supuestamente infranqueable pero realmente apoyado en la amenaza del castigo. La capacidad para usar la violencia estaba en la base de la combinación de extorsión y protección, que permitía a estos grupos extraer ganancias de casi cualquier sector de la economía. El mecanismo era muy simple: los mafiosi venían a ofrecer un servicio, protección contra otros depredadores, pero sobre todo contra la amenaza que ellos mismos representaban. A partir de ahí, algunos capos pasaban a adquirir propiedades y administrar sus propios negocios, pero nunca iban tan lejos como para abandonar su afiliación con el grupo.