Ricardo Piglia

Es fácil reconocer el alma de una mujer en su manera de marcar un libro (atenta, minuciosa, personal, provocadora), porque si uno ama a una persona, hasta las discretas señales que deja en un libro se parecen a ella.

¡Nunca hay que explicar lo que uno hace y nunca hay que justificarse!

lenguaje..., el lenguaje..., decía mi abuelo –dijo Renzi–, esa frágil y enloquecida materia sin cuerpo es una hebra delgada que enlaza las pequeñas aristas y los ángulos superficiales de la vida solitaria de los seres humanos,

Lo que tememos más secretamente siempre ocurre.

Los suicidas son asesinos tímidos.

No era la repetición sino la réplica lo que dominaba la vida. El predestinado, el que repite. La condena a lo idéntico.

Cuando vemos que hacemos siempre lo mismo desde siempre no podemos ya pensar en el pasado sin rencor.

La pérdida era lo más atroz que le podía pasar a alguien. Ser abandonado, saber que la persona que uno ama está con otro.

No podía dejar de pensar en esa mujer. La veía en todos lados.

El condenado. El muerto vivo.