El koro no era el único síndrome cultural de África. Había otros, como el ode ori, por el que algunos habitantes de la parte yoruba de Nigeria sentían que un organismo reptaba por el interior de su cabeza, causándoles mareos y pérdidas de visión. O «pesadez de cerebro», que podía provocar dolorosos síntomas en el cuello y los ojos, además de una disrupción cognitiva, en los estudiantes tras largas sesiones de estudio. También estaba el mamhepo, un trastorno relacionado con el egoísmo, cuyas víctimas imitaban a un animal concreto elegido por una bruja. Por no hablar de la «muerte por vudú» (o «muerte psicogénica»), donde se le anunciaba el momento de su muerte a la persona sobre la que recaía la maldición, y después se cumplía.