María José Moreno

Entonces pasó algo curioso: nos miramos la una a la otra; es decir, nos miramos de verdad por primera vez. Y, por un momento, creo que no habría sido capaz de decir mi propio nombre ni dónde estaba.

se acercó tanto a mí que nuestras manos se habrían rozado si las hubiéramos movido

«Ahora quiero recordar».

Cuando las personas a las que te dirigís no pueden devolverte más que una confirmación o una negación respecto a haber entendido lo que les estabas diciendo no se puede decir que haya habido comunicación.

¿Y qué hacer con todo aquello que había aprendido en la infancia? ¿Qué hacer con esa identidad tan clara y aún secreta para el mundo?

Sé que es una idiotez, pero siempre me preocupa que la gente se ría de ellos

Liza, no seamos así. No nos asustemos de comprar libros, no permitamos que nos dé vergüenza comprarlos ni los guardemos en una estantería secreta. No sería sincero ni correcto, sería negar… todo lo que sentimos la una por la otra.

la puerta y parecía que iba a marcharse, así que volví a hablar rápidamente.

—¿Vienes mucho por aquí? —Al instante, me dio mucha vergüenza

Yo también me reí, y luego no se me ocurrió nada más que decir

—¿Vienes mucho por aquí? —Al instante, me dio mucha vergüenza lo estúpido que había sonado.