Al menos, no de manera directa. Por el contrario, nuestra genética obedece a un principio sencillo: «No construyas un hardware inflexible, sino un sistema que se adapte al mundo que te rodea». Nuestro ADN no consiste en un plano fijo para construir un organismo, sino que más bien elabora un sistema dinámico que continuamente reescribe sus circuitos para reflejar el mundo que lo rodea... y para optimizar su eficacia dentro de él.