De un modo u otro, las peregrinaciones se convirtieron, ya en la plenitud del Medievo, en un poderoso factor de cambio económico, social y cultural. En aquel mundo de inconcebible inmovilismo, en el que los humildes pasaban sus cortas y sufrientes vidas sin abandonar nunca la comarca en la que habían visto la luz, los peregrinos llevaban consigo objetos, costumbres e ideas que se difundían de ese modo a lo largo y ancho del continente.