A grandes rasgos, la revolución, lo mismo en Francia en 1789 que en las trece colonias americanas en 1776 o en España en 1812, la provocó una disfunción, o, en otras palabras, un desajuste. Ese desajuste nacía de la distinta velocidad a la que se habían transformado en los países occidentales, a lo largo de todo el siglo XVIII, la sociedad y el Estado