¿No es cierto, señor Rocco?, preguntó, mirando al huésped a punto de salir como si quisiera volver a sus asuntos. A usted se lo pido: tal como se está llevando a mi marido, me lo devuelve. Solo lo conozco a usted y a usted esperaré, aquí, en la tienda, hasta medianoche, después quiero acostarme sin preocupaciones. Y escupió al suelo.