Yo era una típica hija de campesinos del sur de China que habían tenido la suerte de emigrar al Perú en el peor momento que pasaba el gran país asiático. Gente muy trabajadora, conservadora, supersticiosa y con costumbres tribales. Así que no sabía mucho o nada de hombres. Había besado a un par de chicos en las fiestas de quince años y nada más. Quería ser fotógrafa a como diera lugar. Y me encantaba que en mi ADN asiático hubiera tanta propensión al registro de imágenes a través de un pensamiento previo. Mi cabeza transformaba todo en símbolos.