«Ojos abiertos, oídos atentos y no olvides nada», se dijo, recordando el consejo que siempre le repetía la abuela Rin, «que la visión te lleve donde debes llegar y te enseñe lo que debes ver».
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—Respetar el mar y la tierra, y las criaturas que vivan encima y debajo —recitó Monozuki, procurando adoptar un tono solemne—. Tomar solo lo necesario y no dañar a los espíritus.