La crianza de los hijos es un trabajo de embajador de principio a fin. No debe ser moldeada o dirigida por un interés personal, una necesidad personal o las perspectivas culturales. Cada padre, en todo lugar, es llamado a reconocer que han sido puestos en la tierra, en un momento en particular y en un lugar en particular, para hacer una cosa en la vida de sus hijos. ¿Cuál es esa cosa? La voluntad de Dios.