Al lado de la mesa, amontonada sobre el suelo, la toalla, ancha, vieja, de flecos ralos y sucios. Se agachó y recogió el montón de toalla, lo apretó contra los senos, los muslos y el vientre: palpándolo. Sacudió la toalla y se envolvió en ella, anudándosela debajo de una axila. Desenganchó el jarro blanco, de peltre, de su clavo y lo metió en la boca ancha del porrón. El jarro raspó varias veces el fondo buscando el agua.