Henry David Thoreau

lanza su última música sin hojas

—sinfónica explosión donde hubo nidos—,

crujen todos los huesos de madera

¿Qué hago en el bosque si estoy pensando en algo que no sea el bosque?

NOS pegamos a la tierra, ¡qué pocas veces ascendemos! Pienso que sería factible elevarnos un poco más. Podríamos trepar a un árbol, por lo menos.

Allí viví dos años y dos meses. Heme aquí de nuevo en la civilización.

En la mayoría de libros, el yo o primera persona es omitido; en éste se conserva; en cuanto a egoísmo, esa es la principal diferencia. Es corriente olvidarse de que, a fin de cuentas, es siempre la primera persona la que habla.

qué santo comer de sus sesenta acres, cuando el hombre ha sido condenado sólo a su porción de barro!

Por falaz destino, comúnmente llamado necesidad, se ocupa en acumular tesoros, como dice un viejo libro, que la polilla y la herrumbre echarán a perder y los ladrones saquearán. Que una vida así es de necios, lo comprenderá llegado a su final, si no antes.

ualidades de nuestra naturaleza, al igual que la lozanía de las frutas, sólo pueden conservarse con delicadeza. Y no es ésta, ciertamente, la que aplicamos a nuestras relaciones con el prójimo

aes alienum o cobre de otro porque algunas de sus monedas eran de este metal; y sin embargo, seguís viviendo y muriendo, para ser enterrados por el cobre ajeno; siempre prometiendo pagar, pagar mañana, y acabando hoy insolventes

veces me maravilla que podamos ser tan frívolos, me atrevo a decir; que presenciemos impertérritos este espectáculo indecoroso, bien que un tanto extraño a nosotros, de esa forma de servidumbre llamada esclavitud de los negros.