su vieja amiga, aún recuerda a Morote como «una de las personas más puras que he conocido. En los sesenta, Osmán no se atrevía siquiera a besar a una chica. Una amiga nuestra estaba enamorada de él, y él de ella. Pero era muy tímido. Una tarde les organizamos un corralito. Estábamos en mi casa algunos amigos, y todos nos fuimos a comprar algo de tomar para dejarlos solos. Tardamos horas. Al regresar, le preguntamos a ella: “¿Y? ¿Pasó algo?”. Respondió: “Nada. Osmán sólo me ha leído citas de Mao toda la tarde”».