Me apetecía muchísimo cruzar Las Vegas deslumbrando a todos con aquel cacharro. Podía incluso hacer una pequeña carrera en el Strip: subir hasta aquel semáforo grande que hay frente al Flamingo y ponerme a gritar al tráfico:
–¡Está bien, so mierdas! ¡Maricones! ¡Cuando esa luz se ponga verde, voy a salir zumbando con este chisme y os barreré a todos de la carretera!