En esa aldea y en una de esas casas (que para ser precisos se encontraba tristemente consumida por el tiempo y los golpes de los elementos), vivía hace mucho, cuando el país todavía era una provincia de Gran Bretaña, un hombre sencillo, de buen natural, llamado Rip van Winkle, descendiente de los Van Winkle que tanto se distinguieron en los caballerosos días de Peter Stuyvesant acompañándole incluso en el asedio al Fuerte Cristina. Rip había heredado, sin embargo, muy poco del carácter marcial de sus antepasados.
He dicho que era un hombre sencillo, de buen natural. Era, además, un vecino amable y un marido obediente, domado