—¿Y estabas preparado para esta conversación?
Ethan se acercó a mí.
—Lo creas o no, lo de anoche me afectó y mucho, y necesitaba encontrar una explicación de por qué ocurrió.
—¿Por qué te impuso y a qué explicación llegaste?
—Ven. —Ethan me ofreció la mano para llevarme hasta el diván que supuse que usaba para que sus modelos posaran para él—. ¿Sabías que Blake nos había hablado de ti?
—No.
—Pues lo hizo. Regresó de España fascinado por ti. Antes de que pusieras un pie en el rancho, Leonard y yo ya sabíamos todo lo básico sobre ti y algunas cosas no tan básicas. —Ethan me
guiñó un ojo.
—¡¿Me estás diciendo que Blake os contó las cosas que hicimos?!
—No deberías extrañarte, somos hermanos y estamos muy unidos, aunque no es tan grave como crees. No sé lo que hicisteis con exactitud. Lo que sí nos contó fue cómo eras, cómo respondías a él y cómo le hacía sentir aquello.
—O sea que, para cuando nos encontramos, ya tenías una idea de lo puta que soy y de que pensabas pasarme por el cepillo.
—Deja de decir idioteces. No era para nada como lo que acabas de describir.
—Pues tú dirás.
—Tenía curiosidad por conocerte, pero tengo que admitir que, aunque había cosas que me gustaban de ti, en ningún momento esperé que consiguieras despertar sentimientos especiales en mí o que mi cuerpo reaccionara a ti como lo hizo.
—¿A qué te refieres?
—¿Vas a decirme que tú no lo has sentido? ¿O es que necesitas que te diga lo que tú misma no te atreves a admitir?
Me levanté de un salto del sofá y me fui a la otra esquina de la sala.
—No sé lo que he sentido. Es todo demasiado confuso. Además, eso no responde a lo que te he preguntado.
Ethan tomó una profunda inspiración.
—De acuerdo, lo diré yo. Eres guapa, tienes un cuerpo sexi, y me bastó echarle un vistazo a la foto que me enseñó Blake y lo que me contó para que quisiera follar contigo. No soy ni he sido un santo, pero lo normal es que, después de acostarme una vez con una mujer, no suela repetir esa misma noche y desde luego nunca paso de dos. Es todo lo que necesito para satisfacer mis necesidades. Contigo fue diferente. Durante la cena se convirtió en una obsesión poner a prueba tus reacciones, verlas, provocarte, incluso el sufrimiento que me provocaba el tener que controlar mi necesidad por hundirme en ti. Pensé que, en cuanto te tuviera, se me pasaría todo, pero no fue así. En vez de la dulce sumisa que me había descrito Blake, encontré a una mujer fuerte y decidida que sabía lo que quería y que no dudaba en exigírmelo. Me dejaste ser el animal que rara vez dejo libre y hasta me pedías más.