Caperucita Roja salió en seguida para ir a casa de su abuela, que vivía en otro pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre Lobo, a quien le entraron muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió, porque había algunos leñadores por la floresta. Le preguntó adónde se dirigía. La pobre niña, que no sabía lo peligroso que es detenerse a escuchar a un lobo, le dijo: