Efectivamente, la música tiene el defecto de requerir de una altísima especialización técnica para su producción, y de un intérprete que la lea y la ejecute. Es decir, que no es un arte que pueda desarrollar en solitario cualquier persona culta y sensible, ni en su fase de concepción ni menos aún en la de ejecución. Y no solo eso: al menos hasta el nacimiento de la música instrumental —para lo que hubo que esperar al siglo XVI o XVII—, tenía casi exclusivamente la función de acompañamiento de la poesía