Olivia Teroba

No obstante, podemos procurar los espacios donde
nos sintamos a salvo, y si no existen, conformarlos a partir
de relaciones de afecto.

Ante la incertidumbre, creamos rituales propios. De ahí que algunos se obsesionen por recuperar, a través de la escritura, lo que se sabe perdido.

hay mayor freno para la escritura que la indiferencia de los lectores.

la narración es tiempo. Narrar es habitar, a través de la palabra, nuestro tiempo. No me refiero solo a la literatura, también hablo de nuestras anécdotas cotidianas, comenzando con los recuerdos.

A veces me pregunto si vivir no es una serie de procastinaciones

Y quizá es el refugio que nos queda para no enfrentar la realidad con todo el dolor que implica

Dicen que cuando una cactácea se riega demasiado, es decir, cuando la cantidad de agua depositada con el fin de alimentarla es excesiva, esta muere

No puedo creer que tenga esto dentro de mí: el paisaje, los recuerdos, la casa, los vecinos, mamá, y que de todas formas me sienta tan vacía

Así pues, las bacterias hablan, pero a ellas no se les puede hablar. Esa limitación es menos fatal de lo que podríamos suponer, ya que gracias a ella, precisamente, se había manifestado, al cabo de un tiempo, esa propiedad lingüística de los microbios que sirvió de base a La erúntica

Traía impreso un rectángulo cuadriculado con distintas letras hebreas en cada casilla. Tenía un título, en español: Los 72 nombres de Dios. Y una leyenda: “Estos no son nombres en el sentido habitual de la palabra, sino combinaciones que te conectan con una corriente espiritual infinita”.