Luis Góngora

Desnudo el joven, cuanto ya el vestido
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océano ha bebido

cuando, entregado el mísero extranjero
en lo que ya del mar redimió fiero,
entre espinas crepúsculos pisando,
riscos que aun igualara mal volando

choza.
Agradecido, pues, el peregrino
deja el albergue y sale acompañado
de quien lo lleva donde levantado,
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distante pocos pasos del camino,
imperïoso mira la campaña
un escollo, apacible galería
que festivo teatro fue algún día
de cuantos pisan faunos la montaña

orladas sus orillas de frutales,
quiere la Copia que su cuerno sea,
si al animal armaron de Amaltea

No moderno artificio
borró designios, bosquejó modelos,
al cóncavo ajustando de los cielos

Tú, ave peregrina,
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arrogante esplendor, ya que no bello,
del último occidente,
penda el rugoso nácar de tu frente
sobre el crespo zafiro de tu cuello,
que Himeneo a sus mesas te destina.