Una vez que hemos comprendido esto, conviene repasar lo dicho inicialmente. Pues al introducir la cuestión decíamos que la vida ética se caracteriza por la decisión entre el bien y el mal, mientras que la vida estética no debe ser caracterizada por la elección del mal, sino por su vida fuera de estas categorías. Pero una vez que se ha conocido lo ético, una vez que se ha sido confrontado por ello, casi se puede decir que el esteta ha perdido la inocencia (aunque el esteta siempre haya sido cualquier cosa menos un inocente). Una vez confrontado, el que sigue en la vida estética en realidad ya ha elegido el mal: «el que vive de manera estética no elige, y el que elige lo estético después de que le ha sido mostrado lo ético, no vive de manera estética, sino que es un pecador y se encuentra bajo determinaciones éticas, por más que su vida deba caracterizarse como amoral