Digamos que la naturaleza no deja de inventar cosas, pero buena parte de lo que inventa es inútil durante milenios y no es raro que una adaptación se atrofie o, al revés, que cambie de utilidad. Pongamos el ejemplo del aguacate. El aguacate es un ejemplo muy bonito. Las plantas empezaron a desarrollar ese fruto tan delicioso para que fuera consumido por unos grandes mamíferos llamados gonfoterios, muy parecidos a los elefantes, que vivían en los bosques de Centroamérica. Para casi cualquier animal contemporáneo habría sido imposible digerir un fruto con una pepa tan grande, pero no para los gonfoterios, que tenían un tracto digestivo enorme y así podían dispersar las semillas. Jugada maestra del aguacate, dirán ustedes, pero la cosa es que los gonfoterios se extinguieron hace poco menos de dos millones de años y entretanto los aguacates siguieron existiendo sin ninguna variación importante. Es como si los aguacates no se hubieran dado cuenta de que los gonfoterios dejaron de existir hace tanto tiempo y creyeran que su estrategia evolutiva todavía sirve, cuando lo cierto es que todo cambió y ellos no se dan por enterados, los aguacates viven su vida pendientes de un fantasma…