Mauricio López Noriega

Nadie comienza así a presentar a Safo y a su poesía, y por ello ofrezco una disculpa; en Safo cada palabra adquiere un peso y una permanencia tan directamente proporcionales a su escasez, que uno se pierde con facilidad en ese pequeño bosque, denso, muy hermoso, una balaustrada desde donde se atisban restos de la sustancia de lo primigenio, tan escasos precisamente, que dan ganas de llorar.

parece semejante a los dioses

el hombre a lado tuyo, que frente a ti

se sienta y escucha de cerca mientras

4 con placer hablas

y ríes encantadora; a mí por ello

el corazón, en el pecho, me vuela;

pues si te miro un instante, decir ya

8 nada es posible:

la lengua se me rompe, y al momento

un fuego agudo me recorre la piel;

con los ojos nada veo, y me zumban

12 los oídos;

y un sudor me empapa, y de mi toda

un temblor se apodera; soy más verde

que hierba y parece que poco falta

16 para morir.

pero todo ha de soportarse...

32

ningún placer obtengo de estar sobre la tierra

y de estar muerta un anhelo me atrapa

y las riberas ver del Aqueronte

13 cubiertas de lotos y de rocío

No es fácil que nosotras de las diosas

a la forma amada igualemos

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y más verde[

que el pasto soy, y para morir

falta poco

me parece a mí

Y aunque su voz es radiante como la luz del día, completamente solar, su poesía es lunar, nocturna.

actividad que dura toda la noche

uno se pierde con facilidad en ese pequeño bosque, denso, muy hermoso, una balaustrad

Safo, maravillosa [...] en el tiempo que ha quedado registrado, aparece una mujer: ninguna rivaliza ni por poco con aquélla en la belleza de su poesía

de las experiencias íntimas, con realidad inmediata, sin patetismo alguno