«Con cada incitación invades un reino», precisamente el reino de la liberad y de la propia iniciativa. El empeño del receptor por defender su reino se ha estudiado con frecuencia como una «reactancia» psicosocial. En la educación y en las parejas se producen muchas injerencias en el reino del otro que provocan esta reactancia. Sobre todo si el reino de la propia personalidad es pequeño surge con facilidad la inclinación a inmiscuirse en los asuntos de los demás, tratando de imponer las propias concepciones como pauta para el otro.
Por cierto, que la alergia del receptor a la incitación también tiene su reverso en muchos emisores: hay educadores, profesores, jefes, etc. que por temor a resultar autoritarios no se atreven a dar órdenes e instrucciones claras, incluso en situaciones en que es adecuado y acorde con el reparto de los roles. Esto desencadena fácilmente una comunicación pseudodemocrática, por completo confusa y desconcertante. En vez de «Ahora haz esto y esto» a menudo se oye «Quizá nosotros…». Si la postura democrática no está en sintonía con el carácter de la situación ni con la constelación de los roles, entonces desencadenará confusión y perplejidad comunicativa a todos los niveles.