Está apuntado en contenido, palabras y ritmos el tema central que habrá de aparecer al final de la alocución; se crea, de este modo, la transición para pasar a la supplicatio, que obligadamente tiene que venir después de la invocatio y para la que se ha reservado la oración principal optativa «no dejes de mirarme…», pero que todavía se hará esperar.