Los pueblos antiguos adjudicaban a cada uno de los elementales una diosa: La del fuego se llamaba Tastar, en Mesopotamia, y Tanit en el Mediterráneo Oriental. La del agua se llamaba Anath, y en Grecia se la conoció como Afrodita. La de la tierra se llamaba Gea, Rea o Cibeles, y la del aire se llamaba Isa, Isis o Nut.