Entrado ya el siglo iii a. de C., la ciudad de Alejandría permitió la disección de los cuerpos, vivos o muertos, de los criminales. Estas demostraciones públicas tenían el doble objetivo de instruir y horrorizar al público. El hecho de que la práctica estuviera reservada a criminales indica la ambivalencia social con respecto a la disección, pues podía considerarse una suerte de profanación