Fridolin estaba como borracho, no sólo de ella, de su cuerpo perfumado, de su boca al rojo, no sólo por la atmósfera de aquella sala, por los secretos voluptuosos que lo rodeaban...; estaba ebrio y sediento a la vez de todas las experiencias de aquella noche, ninguna de las cuales había terminado; de sí mismo, de su audacia, de la transformación que sentía en su interior.