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Álvaro Pombo

  • Sócrates Ramírezцитируетв прошлом году
    Ninguno de sus amigos es íntimo.
  • Sócrates Ramírezцитируетв прошлом году
    En Madrid, los otoños, la hora de merendar es las seis, o de tomar, por supuesto, el té, o un chocolatito a la francesa, o un perfecto gin fizz más bien dulce: a esa hora los chicos parecen más altos, menos cenizos y muchísimo más guapos, piensa Salazar.
  • Sócrates Ramírezцитируетв прошлом году
    –Sí soy. Claro que soy gay. Sólo que estoy viejo y eres muy guapo y te deseo tanto que no me atrevo a tocarte.
  • Sócrates Ramírezцитируетв прошлом году
    Pensó que era en el fondo un pobre hombre vulgar, medio impotente.
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    Ahora no nos vamos a pelear, las peleas, como los telegramas, el pobre papá siempre lo decía, acuérdate, Lucía, ni antes del desayuno ni durante el desayuno y nunca de siete de la tarde en adelante. Además, reconoce que lo que te pasa no tiene que ver apenas nada ni con Fernandito ni con Tom: el desayuno no es tu buen momento, ¡reconoce! Haber bajado a las diez de la mañana para desayunar con la familia es, Lucía, una especie de milagro. Es muy de agradecer, y que Tom también haya venido es muy de agradecer…
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    Gran viaje de novios que duró casi completos los nueve meses de mi gestación, y durante el cual empezó mi madre a descubrir en el marido lo que no había podido descubrir en el agradable pretendiente: las atenciones de mi padre, su sensibilidad, su capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona, eran habilidades que florecían en público: un noviazgo es un fenómeno social incluso en los momentos en que los novios están solos. Un matrimonio, en cambio, es un internamiento cuyo lado social pasa a segundo plano por la importancia que cobran la intimidad y la ternura, con el tiempo.
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    Ya no me acordaba de mi padre: sólo me acordaba de lo bien que acabamos mi madre y yo charlando la pasada noche. Y sólo me acordaba del gozo de ser especial a ojos de mi madre, la hija en quien tenía más confianza, como si una tropa de positividades desfilara velozmente ante mí impidiéndome recordar lo que mi padre dijo: un desfile victorioso para celebrar una victoria donde vencíamos todos nosotros. Una victoria sin vencidos.
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    Con los años he aprendido a desconfiar de estas euforias que me poseen invariablemente cuando la vida se me pone más difícil, como una aclamación que una exaltada parte de mí misma profiere a otra parte siempre dubitante y desconfiada. En aquella ocasión todavía la resaca no tenía esa tenacidad que con los años cobran los acontecimientos cuando ya han pasado y nos aterran en su inevitabilidad, que puede ser inclusive la inevitabilidad de la dicha, porque la dicha nos parece aterradora sólo porque nos ha tocado en suerte precisamente a nosotros.
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