Tina Vallès

No me gusta que me llamen «morenito». A la señora Cuchara le dejo porque lo dice con un tono dulce y blando, como de flan, y a mí me gustan mucho los flanes. Es un pacto: ella me da merienda y yo me dejo llamar «morenito».

Y eso que muchas veces usa palabras que no sé qué quieren decir y se me quedan pegadas a las orejas, repitiéndose y repitiéndose hasta que las conozco, porque la señora Historias me las presenta como si fueran de la familia.

Mi madre muy-muy-muy cansada solo es guapa para mí, que lo único que quiero es que esté en casa, que no me deje solo.

Me senté a los pies de la cama de mi madre y la miré. Sería mayor las veces que hiciera falta, por ella. Ya tendría tiempo de ser pequeño más adelante.

Y yo he dicho que sí por fuera y que no por dentro, porque es imposible sobrevivir a la soledad de las tardes sin abuela ni madre ni historias ni cojines.

Porque, en la calle, los niños de ayer también están jugando hoy, como siempre. No saben que cada día es un mundo y que a lo peor mañana echan en falta lo que hoy casi aborrecen.

«Búscate un trabajo digno», me ha parecido entender que le gritaba, y yo me he preguntado si no es digno buscar un padre, si no es lo mejor que puede hacer una madre por sus hijos.
Mi mad

Y si mi madre quiere un padre perfecto, yo también lo quiero, y desearé con todas mis fuerzas que lo encuentre pronto para que pueda quedarse en casa por las tardes, con mi hermano inmóvil y conmigo

Mi abuela dice que ya tuve un padre. Uno que, en cuanto nací, salió del hospital con una excusa y nunca más volvió. Yo no sé muy bien qué es una excusa, pero lo que sí sé es que las excusas no me gustan, porque una se llevó a mi padre y ahora mi madre anda desesperada buscando otro

madre me está buscando el padre perfecto