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Francisco Bottino Antolaцитирует7 месяцев назад
10 de setiembre de 1862 falleció don Carlos Antonio López. El 15 de agosto había preparado un pliego de reserva mediante el cual designaba a Francisco Solano vicepresidente de la República para que le sucediera en el cargo hasta que el Congreso eligiera al nuevo presidente.

El 16 de octubre de 1862 se reunió tal Congreso y el propio Francisco Solano lo presidió.

Previamente hubo un grupo ciudadano que se oponía a la elección de Francisco Solano, pues prefería a otro candidato, como José Berges, quien tenía mucho prestigio social, o el mismo Benigno, hermano menor de Francisco Solano.
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último caso hubo planes para exigir en ese Congreso que se llamara a una constituyente para elaborar una Constitución más moderna. Voceros de esa postura fueron José María Varela y el diputado por Villa Concepción Ramón Miltos. Luego del Congreso, ambos fueron apresados (Falcón, 2015). El ganado de Varela fue consumido por el ejército acampado en Cerro León, y “ese patriota concluyó sus días en prisión” (Stewart, 2015, p. 65).

Benigno López, hermano de Francisco Solano, cuyo nombre también se señalaba como candidato a ser electo presidente de la República por el Congreso de 1862, sufrió la venganza fraterna por el solo hecho de su candidatura. No lo apresaron, esa vez, sino que lo confinaron a su establecimiento de campo (Bray, 1984, p. 170).

Otros que osaron expresar una opinión contraria a la elección de Solano López fueron el presidente de la Suprema Corte, Pedro Lezcano, y el
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padre Fidel Maíz. Ambos fueron condenados a cinco años de prisión.

Valiéndose del hecho de que había sido compañero desde la adolescencia escolar con Francisco Solano, Maíz se atrevió a propugnar una apertura constitucional. A consecuencia de eso, fue a parar a la cárcel luego de haber sido rector del Seminario Conciliar Nacional. Solo sería liberado ya en plena guerra, en 1866, porque López necesitaría de él para menesteres intelectuales y otros terribles, como el hecho de convertirse luego en fiscal de sangre.

El propio Maíz recordaba: “Yo deseaba una Constitución que le quitase las facultades absolutas y pusiera un freno a posibles arbitrariedades. Es que yo conocía bien a fondo el carácter del general López y el poder omnímodo de que iba a investirse” (Maíz, 1996, p. 223). Recordaba el padre Heyn la expresión cáustica de Maíz cuando escuchó los repiques de campana tras la elección de López: “¡Para cuántos serán dobles esos repiques!”. Aquel comentario lo escuchó
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