Nicolai Vasilievich Gogol

Pero no hay nada eterno en el mundo. Por eso, la alegría del primer instante no es ya tan viva a los dos minutos, al tercero se debilita más aún y al fin se diluye inadvertidamente con el estado de ánimo habitual

Siempre está callado, pero su cabeza debe de estar siempre reflexionando. Me hubiera gustado saber en qué suele pensar y qué es lo que encierra aquella cabeza. Me interesaría observar de cerca la vida de estos señores, conocer todas las intimidades y las intrigas de la Corte, saber cómo piensan y lo que suelen hacer entre ellos.

"Excelencia -quise decirle-, ¿quiere usted castigarme? Pues si tal es su deseo, que lo haga su excelencia con su propia manita."

No logro comprender, ma chère, el placer que encuentra la gente yendo a un baile.

También leí en los periódicos que dos vacas entraron en una tienda y pidieron medio kilo de té.

migas de pan con sus manos, que Dios sabe qué porquerías habrán tocado antes

No recuerdo la fecha ni el mes. El diablo sabrá qué mes era.

Pero no hay nada eterno en el mundo. Por eso, la alegría del primer instante no es ya tan viva a los dos minutos, al tercero se debilita más aún y al fin se diluye inadvertidamente con el estado de ánimo habitual, lo mismo que el círculo formado en el agua por la caída de una piedra acaba diluyéndose en la superficie lisa.

Como todo menestral ruso que se respete, Iván Yákovlevich era un borracho empedernido.

El asesor colegiado Kovaliov se tiró precipitadamente de la cama, sacudiendo la cabeza con preocupación: ¡no tenía nariz!