Sara Torres

Por qué nadie nos enseña a reconocer y acompañar a un cuerpo que muere?

Las judías están tiernas y las patatas, cocidas justo en su punto. Le hace ilusión que disfrute tanto de una comida tan simple. «Al menos en la comida siempre estamos de acuerdo», dice. ¿En qué no estamos de acuerdo?: «Tú no crees ni en el after-life ni en la monogamia. Y para mí las dos cosas son muy importantes»

Creo en el amor. Como algo necesario, algo que cuando se da es inevitable, como es inevitable que ahora esté aquí con ella y la busque, al margen de lo conveniente que sea o no para mi plan de «futuro». Le toco el brazo.

Hasta ha empezado el libro de Brigitte Vasallo sobre el pensamiento monógamo. «Porque me gustas y quiero intentarlo. Pero que lo esté intentando no significa que vaya a funcionar».

Cómo aceptar cada una la realidad de la otra? Yo continúo esforzándome para ser la buena amante, pero a ratos me viene a la cabeza la imagen de mi madre de espaldas, con las costillas marcadas bajo la bata larga fucsia. No sé cómo hablarle de ello, algo en su actitud no me deja espacio para entrar en un tema así. Aunque me atormenta, temo incomodarla o resultarle dramática, sospecho que rechaza la vulnerabilidad y que le ponen nerviosa ciertas emociones. Por encima de mi dolor lo que deseo es gustarle, hacer que se sienta bien.

Soy un lugar que conoce y al que vuelve con alegría y sin esfuerzo. Me pregunto no obstante si puede amanecer de un modo similar con cualquier otra. Me intranquiliza. ¿Precisamente yo necesito sentirme irremplazable?

Tendida y en horizontal, su cuerpo tiene la energía de un dragón milenario.

Creo no temer a la muerte, pero ¿qué son entonces esos intentos siempre ansiosos por no perder un puesto privilegiado en la memoria de los otros? ¿Cómo entender un narcisismo que tolera la idea de que el cuerpo muera, pero no de que muera la memoria de mi vida?

Todos mis amores han tenido en común cierta tendencia melancólica. Creo que no lo había pensado hasta ahora. Esa profundidad tocada por el dolor en el reverso de todas las cosas. Desde ahí no se ama nunca superficialmente. La tristeza pausada, no rabiosa o vengativa, da sensibilidad, sabiduría.

Ha leído un poco del Barrio de Maravillas, de Rosa Chacel.