Chico no entendía el sentido de la muerte. El Cascas Grande se había desangrado con un tiro en el brazo, a pesar de que la casa estaba en el centro del pueblo y de que el puesto de socorro lo alcanzaba un mozo corriendo. Pero no quiso poner en apuros la versión de la Molienda. No porque pensara que ella mintiera, sino porque la Molienda necesitaba sobrevivir dentro de esa casa de esquinas y de espejos.