Mucha gente me ha dicho que me parezco a ella —dije.
—No hay forma de que eso sea cierto.
—Está bien, no lo han hecho, pero deberían haberlo hecho.
—Eso es ridículo —dijo—. No te pareces en nada a ella.
—Por un lado, estoy ofendida. Por otro lado, me alivia que probablemente no odies mi cara.
—No hay nada que odiar en tu cara —dijo con total naturalidad