En todas las visitas formales debiera haber un niño, a manera de seguro para la conversación. En el caso actual, tomó diez minutos decidir si el niño se parecía más al padre o a la madre, y en qué cosa en especial se parecía a cada uno; porque, por supuesto, todos discrepaban y cada uno se manifestaba estupefacto ante la opinión de los demás.