Cuando, a partir de la serie de condiciones contingentes, algo se realiza, se produce un efecto retroactivo por el cual lo que tenemos es una necesidad teleológica, como si semejante desarrollo estuviera prescrito desde el comienzo: a partir del resultado, sus condiciones parecen postuladas por el resultado mismo. La clave de la «teleología» hegeliana debería buscarse, pues, en el movimiento retroactivo del significante donde el surgimiento de un nuevo «significante amo» confiere retroactivamente su significación a la cadena precedente: la «necesidad» hegeliana es precisamente la de un S1 que transmuta «milagrosamente» el caos en una «nueva armonía», que transforma la serie lawless en la serie lawlike. En última instancia, la «dialéctica» es la ciencia de ese «cómo la necesidad nace de la contingencia»: la «unidad dialéctica del azar y de la necesidad» consiste sencillamente en que el surgimiento del S1, el gesto que hace nacer la necesidad, es en sí mismo radicalmente contingente: no porque la necesidad sea la unidad que se abarca a sí misma y a su contrario, el azar, sino porque la necesidad misma depende de una contingencia radical. Todo el esfuerzo del enfoque dialéctico apunta a no sucumbir a la ilusión retroactiva de que el resultado final estaba prescrito desde el comienzo; por lo tanto, apunta a no perder de vista la contingencia de la cual depende la llegada de la Necesidad. Por esta vía, el «extrañamiento» [Verfremdung], la distancia emocional en el sentido brechtiano, forma parte constitutiva del análisis dialéctico; lo más «familiar», lo más «natural» debe aparecer como un orden totalmente contingente y artificial.