—Yo le aseguro a usted —le decía— que Aguirre, en este caso por lo menos, es sincero. Se da cuenta de que puede ser candidato; no duda de que, empeñándose, su triunfo estaría seguro, porque él mismo dice que Hilario Jiménez, sin popularidad, no sirve ni para candidato de los imposicionistas. Pero sabe también que, de aceptar, iría derecho al rompimiento con el Caudillo, al choque con él, a la guerra abierta contra el mismo que hasta aquí ha sido su sostén y su jefe, y eso ya es otra cosa. A su amistad y agradecimiento repugna el mero anuncio de tal perspectiva. Respetemos sus escrúpulos.
—¡Agradecimiento! En política nada se agradece, puesto que nada se da. El favor o el servicio que se hacen son siempre los que a uno le convienen. El político, conscientemente, no obra nunca contra su interés. ¿Qué puede entonces agradecerse?