Dickinson iba tejiendo otro tipo de épica, basada en la gloria de lo pequeño, el misterio de lo cotidiano, la universalidad de lo doméstico y de lo privado, la insuperable incomprensibilidad de lo inmediato. Las cosas esenciales de la vida suceden a diario y nunca entenderemos que todo se repita, que haya ciclos y renovación y que en el fondo todo, tanto lo cercano como lo remoto, permanezca intacto ante las sucesivas generaciones de ojos que lo saben escrutar, que siempre han sido pocos, ya que se diría que hay que haber nacido con un don especial para saber ver y decir las cosas evidentes.