Andrey Kurkov

El otoño, la estación de la naturaleza muerta, la melancolía y la búsqueda del pasado, era la mejor para escribir necrológicas.

Todo cuanto vive sobre la Tierra posee su propia voz. La voz simboliza la vida, es una señal de alegría o de tristeza. Puede enardecerse, quebrarse, apagarse y convertirse en un murmullo apenas audible. En el coro de la vida es difícil distinguir la voz de cada cual, pero cuando una enmudece da la impresión de ser el final de todas, de toda la vida

Se ha enseñoreado del mundo el silencio, mas no el de los amantes de la apacibilidad, sino un silencio semejante a un agujero negro en el universo, que no hace otra cosa que poner de manifiesto la fugacidad de todo sonido y la infinitud de las muertes pasadas y futuras...

Viktor estaba trabajando en otra tanda de necrológicas.

Se quedó dormido nada más caer en la cama. Se despertó en plena noche porque tenía mucho calor. Sentía el calor de otro cuerpo, el de Nina, que dormía dándole la espalda.
Le puso la mano en el hombro y volvió a dormirse, satisfecho, como si se hubieran disipado sus dudas y la mano en el hombro de ella fuera un canal de calor vital entre Nina y él.

En lugar de perturbar su sueño, se había convertido en una valiosa propiedad.