Según las enseñanzas del maestro, el alma es prisionera del cuerpo porque debe pagar las culpas cometidas en las vidas pasadas. En el momento de la muerte se siente transportar a una dimensión completamente distinta de la terrestre, llena de luz, sólo si el comportamiento del encarnado ha sido moralmente correcto. De lo contrario, el ascenso hacia las esferas espirituales resulta mucho más fatigoso. En la peor de las situaciones, el alma se verá obligada a reencarnarse después de un breve tiempo de reposo espiritual en el cuerpo de un animal. Para evitar semejantes consecuencias negativas hay que seguir unas normas de vida ejemplar y purificadora. La disciplina que permite hacerlo mejor es la filosofía, término griego que significa literalmente «amor por la sabiduría». Para Pitágoras la verdadera sabiduría parte del estudio de los números.