Ella sonreía a la vida con una expresión muy suya, con la boca apretada y los ojos irradiando luz, como si echara rayos de sol, como si quisiera decirnos que la vida iría bien, que apostáramos por la felicidad, que aunque se cayera el techo, aunque se desbordara el Sena, nada nos estropearía la fiesta. Ese optimismo se volvía contagioso y por eso sonreíamos exageradamente en la fotografía de los Fresnault.